Vida

Patricio Valenzuela Izquierdo era un hombre corpulento y alto. Siempre en la búsqueda de una existencia plena y completa, vivió hasta el final ávido de cultura, música y pintura; comprometiéndose con convicción en todos los campos que abarcó: vida política, social y cultural, al entender esta como la única manera de satisfacer todas sus pasiones. Una movilización política durante el día, un concierto de jazz por la tarde, debates ideológicos por la noche, pintura al día siguiente… Debemos situarnos en el contexto histórico y social de los años 70, una generación posterior a los movimientos sociales de 1968 y encandilada por un ideal humanista y socialista en el contexto de una revolución cultural (deslumbrados por los movimientos maoístas y los post-estalinistas, algunos tardarán en asimilar estas ideologías como otras tantas formas de totalitarismo al igual que el fascismo). Con Mao y Stalin, así como con Pinochet y Videla, el totalitarismo se impone al pensamiento y desplaza al espíritu crítico. La derrota de Trump en noviembre de 2020, el implacable crecimiento de la represión política en Rusia con Putin y el auge del populismo en América Latina, nos alertan sobre el hecho de que en cada época y en cada generación es necesario permanecer alerta ante los peligros de cualquier forma de fascismo y extremismo, de derecha y/o de izquierda. Ese resplandor cegador que representa el polulismo como arma política.

Desde 1973 hasta 1988, entre el año de su exilio y el de su muerte, Patricio vivió en París, en la Place des Victoires, en un gran apartamento inundado de libros, discos, una momia inca de Machu Pichu, un enorme caparazón de tortuga, múltiples obras de arte, esculturas precolombinas y un tríptico de Francis Bacon. Estas obras tapizaban las paredes y decoraban cada rincón de la casa como si el impregnarse de cultura fuese una exigencia diaria. Ocupado por su primogénita más uno (Pierrémoi) y Samuel, este lugar era conocido por todos quienes a los que Patricio estaba unido. Las anécdotas son innumerables, en especial las de la celebración de su 50 cumpleaños o la de la reelección de Guy Vadepied, cuando los dos apartamentos del piso ofrecieron 500 m2 fiesta absoluta durante toda la noche. Se relacionará con diversas mujeres apasionantes pero sin llegar a compartir su vida o la de sus hijos con alguna de ellas. Estableció amistades sólidas y duraderas con varias, como Marcia Covarrubias, Patricia Jerez e Isabel Soto-Alliot. Patricio supo admirar y querer a su última hija, Elisa, nacida en 1980, que crecería junto a su madre Francisca Barreda Camus —quien, en 1981, se separaría de Patricio sin avisar al momento en que a él se le anunciara la noticia de su enfermedad—.

Visitarán continuamente y en familia la casa en Borgoña (cerca del lago de St. Agnan), adquirida junto a su primera esposa, Carmen Adriasola Maino, de la cual se separaría tras 15 años de matrimonio. Posteriormente, todos los veranos de la década de los 80 tendrán un sabor ibérico y un color andaluz con las temporadas junto al mar en la casa de Carboneras en España, donde las vacaciones sabían a sal, rayos del sol e intenso calor. Un calor familiar y humano siempre condimentado de amigos a los cuales Patricio invitaba cada nueva estación. Sabiendo el valor de esos recuerdos, su hija mayor, Carmen, junto con su marido, Pierre (Pierrémoi) —hijo del destacado diplomático Antoine Blanca (gran amigo de Patricio)—, adquirieron a principios de la década de 2000, una de esas casas blancas que cuelgan a orillas del Mediterráneo (Costa Blanca) y a donde acuden en familia y con amigos cada verano para disfrutar de las delicias de la temporada estival. Por su parte y en paralelo, Samuel y su esposa Valerie, adquirieron una casa en el campo de la Borgoña, donde el calor acogedor de una chimenea y las estanterías llenas de libros son el eco vivo de aquellos maravillosos recuerdos de infancia.

Patricio Valenzuela Izquierdo fue enterrado en el cementerio de Saint Agnan, en la hermosa región de Morvan donde él quiso descansar.


Videos