Patricio Valenzuela Izquierdo: El encuentro con Francia.

La América Latina europea.
La cultura y la democracia.

Los rasgos latinos de Sudamérica encuentran su origen en su raíz europea latina. Francia, España, Italia y Portugal son países profundamente latinos. Esta herencia histórica unida a la complejidad en términos de inmigración, culturas y lengua ha generado enormes particularidades en el desarrollo del continente. América Latina es europea. Y también es diversa como Europa. Desde luego que existe una población indígena originaria pero esta, desde el periodo de “conquista” del continente, ha sido desplazada, aniquilada y reducida prácticamente hasta la desaparición encontrándose concentrada mayoritariamente en países de la América andina, central y México y en mucho menor número en los países que conforman el denominado “Cono Sur” (Argentina, Chile y Uruguay). A la fusión con el rico legado y patrimonio cultural de esta América nativa casi extinta es que debemos agradecer, en gran medida, la fuerza y singular riqueza social, artística, musical y literaria de la región.

Además, contrariamente a la creencia popular, esta América Latina del sur vivió un largo periodo de democracia y emancipación cultural desde finales del siglo XIX y durante la mayor parte del siglo XX, lapso de tiempo incluso más prolongado que en la propia Europa. Se trata de una América Latina cristiana y radical-socialista, que se volvió populista en el sentido de “peronista” del término, es decir, de Juan Perón (1895-1974), tres veces presidente de la República Argentina. Hasta los años 60 y 70 nos encontramos con un Cono Sur literario y masónico a la vez que obrero y sindical. La irrupción de las dictaduras militares que asolaron la región no llegó sino hasta entrados ya los años 70 – 80; en Argentina con el general José Rafael Videla (1925-2013) y en Uruguay con una dictadura cívico-militar que controló al país entre 1973 y 1985. Se trataba de una nueva forma autoritaria del “Nacional-Populismo”.

El Chile de principios del siglo XX es el reflejo de una Europa de inspiración socialdemócrata, especialmente con el presidente demócrata-cristiano Eduardo Frei Montalva (1911-1970), de clara orientación republicana (III República Francesa). El país goza de una pujante economía minera basada en la extracción de cobre tras el declive del salitre. Este escenario económico y social conducirá en 1970 al triunfo presidencial de Salvador Allende Gossens y la Unidad Popular, coalición de partidos que reunía, entre otras formaciones, a socialistas, comunistas y radicales de la Democracia Cristiana. Aunque la “vía chilena al socialismo” (que proyectaba un tránsito democrático y no violento a un modelo socialista) difería del camino armado tomado por la Revolución Cubana, la simpatía del presidente Salvador Allende por el régimen castrista, fue, entre otras cosas, lo que derivó en el golpe militar de Estado de 1973, cuando Richard Nixon y Henry Kissinger decidieron luchar e intervenir ideológicamente a su gusto en todos los frentes posibles del tablero mundial (Vietnam, Nicaragua, Chile y Europa del Este).

Hay que añadir que el plano intelectual, artístico y cultural latinoamericano ha recibido numerosos premios Nobel de literatura: Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Octavio Paz, Gabriel García-Márquez; y entre los cuales faltará el más grande de todos… Jorge Luis Borges, cuya persona y obra serán honrados por Francia y España. Pintores de fama mundial: Roberto Matta, Wiflredo Lam, Leonor Fini, Antonio Segui, Frida Khalo, Fernando Botero, por citar algunos. Aparecen importantes movimientos literarios y artísticos, como el realismo mágico asociado al surrealismo europeo (Isabel Allende, G. García Márquez, J. Luis Borges, J. Cortázar, O. Paz, M. Vargas Llosa, J. Rulfo, L. Sepúlveda, C. Castaneda…).

Es en este contexto de crecimiento y desarrollo social, económico y cultural previo a las dictaduras militares donde debemos situar la generación de latinoamericanos exiliados en París y en su encuentro con nuestro gran país, Francia.